dissabte, 22 de gener del 2011

Historia de Roma I: después del asesinato de Julio César

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En el año 44 aC, un grupo de senadores conspiraron contra César para asesinarlo. Pasó en los Idus de marzo cuando César entró en el Senado.

El asesinato del emperadorJulio César, quizá el más famoso de todos los césares y cuyas citas y obras han pasado a la historia, marca un antes y un después en la historia del imperio romano. El después se reveló confuso, incierto y violento.

Tras la muerte de Julio César, la Roma de César pasó a ser la de su lugarteniente, Antonio; pero a César sólo podía sustituirle alguien tan grande como él y éste no era el caso de Antonio. El vacío de poder que la desaparición de César había generado era muy profundo. Con cierto apoyo del Senado, la firma de una alianza con el cónsul Marco Emilio Lépido (que controlaba la caballería) y buena parte de la plebe, Marco Antonio consiguió hacerse, parcialmente, los resortes del poder.
Sin embargo, César había dejado escrito en su testamento que el heredero de gran parte de sus bienes era un joven de 18 años, a quien en aquel momento, casi nadie de Roma conocía: su sobrino-nieto Octavio.

Cayo Julio César Augusto

En el año 45 a. C. Julio César adoptó a Octavio quien, desde aquel momento, se llamó Cayo Julio César Octaviano. En el 27 a.C. el Senado de Roma le concedió permiso para usar Augusto como apellido o cognomen, pasando a llamarse Cayo Julio César Augusto.

A causa de los diversos nombres que ostentó, es común llamarlo «Octavio» al referirse a él entre el 63 y el 44 a. C., «Octaviano» del 44 hasta el 27 a. C. y «Augusto» después del 27 a. C.
En un acto de gran confianza, César envió a Octaviano al Epiro (región histórica del noroeste de Grecia que va desde las montañas de Pindos hasta elmar Adriático) para detener a los partos. Fue en ese lugar donde Octaviano recibió la noticia que forzaría su entrada en política: el asesinato de su padre adoptivo durante los Idus de marzo.

Octaviano embarcó hacia Roma dispuesto a recibir su herencia, consistente en posesiones materiales y en algo que iba mucho más allá de lo meramente utilitario, ya que si César había gobernado Roma, Roma, consideraba Octaviano, formaba parte de esa herencia.
Roma estaba inmersa en el caos, pero Octaviano supo demostrar a todo el mundo porqué César lo había nombrado heredero. Supo ganarse el apoyo de los veteranos de César y aunque Antonio se le opuso, Octaviano lo derrotó gracias a los cónsules Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa, que murieron en la batalla no sin antes darle la victoria.

Un forzado pacto entre caballeros vengativos

La necesidad de acabar con los asesinos de César impuso un pacto entre Antonio, Octaviano y Lépido. En la sesión del Senado del 17 de marzo, convocada para tratar sobre la situación del Estado en raíz del asesinato de César, fueron aprobadas medidas de compromiso entre los dos bandos opuestos de conjurados y cesarianos: los tiranicidas no serían castigados pero a su vez, no se condenaba ni la persona ni la obra de César. Este acuerdo ofendió y provocó las iras del pueblo de Roma y si ya durante los funerales de César hubo manifestaciones populares que exigían la muerte de sus asesinos, la aplicación de las voluntades testamentarias de César (quien legaba 300 sestercios a cada ciudadano necesitado de Roma, así como sus jardines del Trastevere), estimuló todavía más la devoción popular y se alzaron voces en contra del compromiso de Antonio con los tiranicidas y sus partidarios.

Ante la que se les venía encima, los conjurados reclutaron un ejército que fue deshecho por Antonio y Octavio en la Batalla de Filipos. Los asesinos se suicidaron. Marco Antonio ordenó preservar el cuerpo deBruto, pero Octaviano (en adelante Augusto) no lo permitió y los centuriones veteranos de César despedazaron el cuerpo y echaron los trozos a los perros. Uno de ellos se llevó la cabeza de Bruto a Roma y la arrojó a los pies de la estatua de César. La venganza estaba cumplida.

Sed de venganza y divinización de Julio César
Augusto obró empujado por la sed de revancha contra aquellos que habían asesinado a Julio César. Éste fue su principal motor y también el deseo de restituir en Roma la paz y la situación política que Julio César había establecido. Las acciones de Augusto necesitaban recursos económicos, pero pudo contar con su patrimonio personal. En la Res Gestae, Augusto comenta que pudo reclutar a un ejército con sus propios recursos y es que Augusto nació en el seno de una familia burguesa procedente de Veletri, en el Lazio. Su padre, Cayo Octavio, había sido gobernador de Macedonia, con lo que el capital familiar era también notable. Además, Augusto contó con la colaboración de Mecenas, noble patricio que sufragó con su fortuna, buena parte de las operaciones y colaboró con él en la puesta en marcha de las reformas propuestas por Julio César.

Una de las primeras acciones de Augusto una vez alcanzó el poder, fue divinizar a su padre adoptivo y elevarlo a los altares de culto romanos. Esto a primera vista, puede parecer extraño e incluso ridículo, pero en aquel momento no lo vieron de esta forma. Además la decisión de Octaviano coincidió con la aparición de un cometa durante unos juegos, prodigio que se interpretó como una señal evidente. De esta providencial forma, Octaviano consiguió su primer triunfo ante sus más directos rivales, precisamente cuando Marco Antonio pasaba por sus momentos más bajos entre los partidarios de César.